No necesariamente por la sustancia, sino porque estas personas son las que generalmente llevan vidas sociales activas y eso las hace saludables y felices.

Un grupo de científicos en París realizaron un estudio acerca del impacto del alcohol en la salud y felicidad de la gente. Para la investigación, reunieron información de 150.000 franceses, hombre y mujeres, catalogándolos en 5 diferentes grupos según la cantidad de alcohol que consumían.

Los resultados arrojaron que aquellos que bebían moderadamente eran algunas de las personas más saludables y felices. No necesariamente por la sustancia, sino porque estas personas son las que generalmente llevan vidas sociales activas y eso las hace saludables y felices.
Los resultados mostraron que un consumo moderado de alcohol es un fuerte indicador de estatus social, y que este podría ser una buena razón para mejorar la salud en estos temas.

Por tanto, aquellos que beben moderadamente tienen probablemente otros amigos que lo hacen, y todos llevan vidas sanas y felices, especialmente cuando el completo grupo de amigos piensa de igual manera con respecto a esto y se crea una uniformidad de pensamientos, viendo el lado positivo y recreativo del alcohol, claramente cuando este no se bebe exceso.
Por otra parte, se realizó en Noruega un segundo estudio que da luces sobre una relación entre el alcohol, la depresión y la ansiedad. La investigación, midió la relación y concluyó que no eran aquellos que bebían los que tenían más riesgo de sufrir estas afecciones, sino aquellos que se abstenían a hacerlo. Una razón es porque algunas personas que se abstienen de beber generalmente lo hacen por sufrir alguna enfermedad crónica, la que evidentemente los hace menos felices.

Otros que se abstienen lo hacen también porque fueron alcohólicos, lo que hace sentido con desórdenes psicológicos. Sin embargo, la principal razón de esta efectiva relación es que aquellos que los que se abstienen tienden a tener menos amigos que aquellos que beben, a pesar de que asisten a más eventos sociales. Los que se abstienen parecen tener más dificultades a la hora de hacer lazos amistosos, quizás por esa falta de “combustible” para impulsar las interacciones sociales.

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