Durante el día estamos tan estresadas y corriendo de un lado para el otro que lo único que queremos es que llegue la noche para poder relajarnos.

 El trabajo, las clases, los hijos, la casa, la vida. Andamos corriendo de un lado al otro sin parar, sin tomarnos un descanso de nuestras actividades y con cada hora transcurrida es como si nuestras energías se apagaran de a pocos, como un juego de Play donde empezamos con las fuerzas en “verde” y terminamos en “rojo” a punto de morir.

Al llegar la noche lo único que queremos es “liberarnos” y entregarnos a los brazos de Morfeo y dormir. Pero al final del día, tenemos ciertos placeres que el dinero no puede comprar, cosas muy pequeñas pero que nos dan felicidad.

1. Sacarte las medias.
2. Quitarte el maquillaje y ver qué tanto tenías mirando la toallita desmaquillante.
3. Llegar a casa y sacarte al fin tus jeans super ajustados.
4. Usar tu ropa interior más vieja y cómoda.
5. Meterte a la cama justo después de afeitarte las piernas y frotarlas con las sábanas.
6. Ese momento en el que te quitas los tacones y tus pies llegan al nivel del suelo.
7. Y por supuesto: Ese momento en que el que te quitas el sostén al final de un largo día.

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